El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee. (Umberto Eco)

jueves, 26 de abril de 2012

Las Buenas Nuevas #8: Algo rapidito

Por Interloper jueves, abril 26, 2012 2 comentarios
A veces las fechas aprietan, los plazos se acercan, y las obligaciones te alejan de las cosas que te gustaría hacer. Como por ejemplo, tener tiempo para escribir en el blog con tranquilidad. Llevo un mes sin parar, moviéndome de un lado para otro, y aunque sí he podido sacar algún rato para leer, apenas he podido acercarme por aquí a escribir nuevos posts. Afortunadamente el blog ha quedado en las mejores manos posibles, y durante mi ausencia Er-Murazor ha publicado un par de reseñas excelentes. Yo espero poder preparar una reseña para el lunes como muy tarde, aunque no garantizo nada.

En cualquier caso, muchísimas gracias a todos los que visitáis el blog de forma regular a pesar de la escasez de actualizaciones.

Hoy vengo por aquí para avisaros de que ya se ha abierto la convocatoria de la VI Edición del Certamen de Relatos Breves “El Tren y el viaje“ que anualmente convoca Cercanías Renfe de Madrid. Se trata de escribir una historia de 99 palabras o menos y el plazo de presentación de relatos termina el día 20 de mayo. El suculento premio es un eReader Papyre, y para participar tenéis que enviar vuestro relato a través de la página web del certámen, la aplicación móvil de Renfe o su página de Facebook.

¡Os animo a todos a participar, y os deseo mucha suerte!
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martes, 17 de abril de 2012

Cita (17/04/12)

Por Interloper martes, abril 17, 2012 Sin comentarios
"Lo primero que nos enseña la lectura es cómo estar solos."
Jonathan Franzen
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lunes, 16 de abril de 2012

La Espada de Rhiannon, Leigh Brackett

Por Er-Murazor lunes, abril 16, 2012 , , , 3 comentarios
La mayoría de la gente conoce a la escritora Leigh Brackett [1] por su labor como guionista de cine, participando en guiones como El Sueño Eterno (donde colaboró con Faulkner), Río Bravo o El Largo Adiós. En el mundillo friki se la conoce, además, por ser la guionista que escribió el primer borrador de El Imperio Contraataca [2]. Y en las crónicas rosas la podemos encontrar como mujer del también escritor de ciencia ficción Edmond Hamilton.

Además de todo eso, Leigh Brackett escribía novelas de ciencia-ficción pulp en los años cuarenta y cincuenta. Como es sabido, la ciencia-ficción en aquella época estaba a mitad de camino entre lo que entendemos por ciencia-ficción ahora y la fantasía épica. Muchas de las novelas de Brackett consistían en personas de mundos futuros que al principio de la novela aterrizaban en mundos primitivos y allí tenían que buscarse la vida a espadazo limpio. Vamos, ciencia-ficción en el sentido asimoviano del término, el primer capítulo y gracias.

La fantasía de Brackett tampoco se parece en demasía a lo que entendería por tal un aficionado moderno, destetado entre Ruedas del Tiempo, juegos de tronos, libros de Malaz y demás. En estas novelas hay un protagonista único, no miríadas de ellos; los buenos son muy buenos y los malos muy malos, nada de grises; el poco sexo que hay está implícito y hay que imaginárselo, nada de descripciones explícitas ni incestos; y por si todo lo anterior fuera poco, las novelas de Brackett se publicaban por entregas, como las de ahora, pero cada entrega tenía entre veinte y treinta páginas, no ochocientas, y no sólo salían cada mes (en lugar de cada lustro), sino que terminaban, en lugar de estirarse cual chicles [3] hasta la muerte de la autora. Como puede verse, las cosas eran muy primitivas en aquellas épocas.

Y entonces, ¿para qué sirven estas historias? ¿Por qué me pongo yo a leer una novela que sólo tiene doscientas páginas, extensión claramente insuficiente para presentar siquiera mínimamente a los veinte o treinta personajes necesarios para escribir una obra en condiciones? Pues las leo porque son mortalmente divertidas. En estas épocas primigenias no había tampoco Internet, ni foros, ni casi teléfonos ni nada, y una novela tenía que entretener basándose sólo en lo que había escrito, nada de hashtags de Twitter ni largos debates entre miles de personas sobre continuidad. En ese sentido, Brackett cumple más que de sobra. La novela está protagonizada por Matt Carse, un humano que vive en un Marte del futuro colonizado por los humanos. Buscando un tesoro legendario del pasado del planeta (la espada del título), Carse se ve transportado al Marte del pasado (millones de años en el pasado), donde el planeta era fértil y hay varios reinos e imperios en guerra unos con otros. Carse no entiende nada y tras amplias meteduras de pata y verse hecho prisionero, descubre que la espada de Rhiannon y el propio Rhiannon pueden ser la clave de su libertad [4].

En fin, como ya digo, aventura a la antigua usanza sin gran complicación. No hay extensas descripciones, los diálogos son certeros y fluidos y los personajes están bien descritos aunque sin complejidades innecesarias. Libro muy recomendable para pasar un par de tardes de sofá leyendo aventuras sin tener que ir anotando nombres y árboles genealógicos de personajes en una hoja aparte para no perderse.



[1] EscritorA, sí. Leigh Brackett era una mujer. Que no es raro encontrarse libros y blogs donde hablan de ella en masculino.

[2] Lo cual habla bastante de la coherencia de George Lucas, teniendo en cuenta que el Tatooine de Star Wars bebe bastante del Marte de las novelas de Brackett.

[3] Yo no señalo a nadie, que conste...

[4] Igual a alguien que haya ido al cine últimamente le suena algo de todo esto, y de ser así, he de decir que sí, que Brackett tenía una admiración confesa por las novelas de Edgar Rice Burroughs sobre Marte.
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lunes, 9 de abril de 2012

La Telaraña Entre los Mundos, Charles Sheffield

La editorial AJEC ha tenido la cortesía de mandarme un ejemplar de su recién reeditada novela, "La telaraña entre los mundos", de Charles Sheffield, para que la lea y haga una reseña por aquí. Cumplida la primera parte del compromiso (que ya me la he leído, vamos), procedo ahora con la segunda.

Esta novela de ciencia-ficción pertenece al subgénero de la ciencia-ficción llamada hard. Aquí no hay extraterrestres, ni saltos dimensionales, ni viajes en el tiempo, ni hemos avanzado millones de años, ni nada. En un futuro que los más jóvenes de entre mis lectores podrían incluso llegar a ver, un millonario excéntrico contrata al mejor ingeniero del momento para construir un ascensor orbital. Esa es la trama más puramente CF de la novela. Podríamos definirla incluso como una novela de ingeniería-ficción, porque toda la parte fantástica está ahí. El autor, Charles Sheffield, era físico teórico y trabajó para la NASA, y eso se nota en todo el libro. El protagonista, Rob Merlin, es ingeniero, y donde la mayoría de novelas de CF muestran un cacharro y dicen "hace esto" y ya está, aquí oímos los pensamientos de Merlin sobre cómo se ha podido construir el cacharro, qué problemas pudo tener, e incluso cómo presupuestarlo.

La novela no es muy larga y principalmente es eso, la novelización de un proyecto de ingeniería. El multimillonario Darius Regulo tiene la idea, contrata a Merlin como ingeniero, pone la pasta, consigue los permisos legales (sí, se preocupan de eso también) y empiezan a proyectar, a encontrarse inconvenientes y a superarlos hasta el final (que no desvelaré aquí). Como esto así dicho es muy soso, hay también una subtrama novelesca a cuenta de los padres del protagonista, que fueron asesinados misteriosamente antes de nacer él, y cuyo asesinato naturalmente termina estando relacionado con otros protagonistas de la novela.

Los personajes son muy estereotipados, pero cumplen de sobra su misión: Regulo es el hombre hecho a sí mismo que cuando se obsesiona con una idea no ceja hasta lograrla, Rob Merlin es el joven ingeniero idealista que es igual que Regulo, solo que como el dinero le da más igual todavía trabaja por cuenta ajena, Cornelia Plessey es la chica (ustedes disculpen el palabro, pero es que no se me ocurre otra forma de definirla ni recuerdo nada que haga en toda la novela que sirva para algo) y Joseph Morel es el científico huraño y malhumorado que nada más ser presentado tiene un cartel de neón luminoso encima que dice soy el malo, soy el malo. La verdad es que es tan obvio que yo me pasé todo el libro dudando si de verdad lo sería o si finalmente habría un giro de guión resultando que estaba disimulando, o era un infiltrado o algo así. Les dejo con la intriga, que no voy a contar todo el libro ahora.

Tal vez sepan ustedes que esta novela tiene su intra-historia culebronesca detrás. Resulta que en el mismo año salieron dos novelas sobre el mismo tema del ascensor espacial, esta de la que aquí hablamos y "Fuentes del Paraíso", de Arthur C. Clarke. Se parecían tanto que Clarke mandó una carta abierta al boletín de la asociación de escritores de ciencia-ficción de EEUU asegurando que Sheffield no le había plagiado. De hecho, teniendo en cuenta que por estas fechas Clarke ya estaba empezando a entrar en decadencia, hay rumores maledicentes que afirman que la cosa habría sido más bien al revés. Si así fue, podemos hablar de un quid pro quo, porque la novela de Sheffield tiene todo el estilo de Clarke. Los personajes están totalmente al servicio de la trama y se definen con pinceladas rápidas y diálogos agudos, dejando que el lector rellene los huecos. Lo realmente importante es el problema de ingeniería, lo demás es secundario. En este aspecto es el mismo estilo de "Cita con Rama", por ejemplo.

La novela, en fin, es muy recomendable para aquellos que gusten de ciencia-ficción dura y con muchos palabros, y totalmente anatema para los que gusten de personajes tridimensionales, grises y alambicados. Sheffield, además, describe algunas estructuras futuristas (el satélite de Regulo, cierta ciudad bajo Marte, los medios de transporte por el Sistema Solar) muy bien, y suple perfectamente la ausencia de imágenes. Me atrevo a decir que lo mejor de la novela es ese paseo por el Sistema Solar del siglo que viene, admirándonos ante las enormes estructuras que el ser humano puede llegar a construir. Porque son totalmente verosímiles, uno se las cree. Solo por eso, a mi la novela me ha merecido mucho la pena. Es también curioso comprobar cómo un ingeniero de la NASA que escribe en el año 1979 (año de publicación de la novela) predice el futuro... y naturalmente, nada de internet, redes sociales y demás. La realidad siempre supera a la ficción.

Por último, aunque yo no me suelo fijar mucho en estas cosas, hablaré un poco de la edición. De la cuidada edición, he de decir. Grupo Ajec ha cuidado mucho el diseño y la maquetación del libro, que la verdad es de lo mejor que he visto últimamente. Me gusta el dibujo escogido, me gusta mucho el diseño del lomo (hacía tiempo que no compraba un libro y tenía ganas de ver cómo quedaba puesto en la estantería) y me gusta mucho el tipo de letra y papel utilizados. Todo por un precio bastante ajustado, teniendo en cuenta los tiempos que corren. Hay además un plus añadido, y es que el libro cuenta con un epílogo donde se habla del ascensor espacial desde un punto de vista científico, se analizan sus posibilidades, se explicitan (aún más) algunos puntos oscuros de la novela, etc. Y además hay un repaso de la aparición del concepto de ascensor espacial en la ciencia-ficción, lo cual es algo que se agradece bastante.

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